Glocal Camp, Civic Innovation School and Project Governance son los grupos de trabajo de hoy. De forma paralela, Pascual y Alfonso son los encargados de dinamizar el taller sobre CivicTech celebrado en Atlas. Es Alfonso, programador, arquitecto y miembro del colectivo Montera34 el que responde a estas preguntas:

Fotografía: Uve Navarro | Web | Instagram

¿Qué entendemos por tecnología cívica?

Tiene mucho que ver con el software libre y con la forma que tenemos de relacionarnos con este tipo de tecnología. También comparte simbolismo con los comunes digitales, con lo abierto, lo libre y lo distribuido. El modelo de gestión que planea siempre es cívico, ciudadano e íntimamente ligada a un territorio. El uso de tecnología cívica no es solo un cambio de herramienta sino también de paradigma. Cambia tanto la forma que tenemos de relacionarnos con la tecnología como el propio entorno en el que se está utilizando. Los parámetros para valorar la confianza  de los procesos desarrollados con esa tecnología tienen que ser diferentes. Ese concepto de ‘confianza’ se basa mucho en la comunidad que hay alrededor de esta tecnología, donde se establece una relación de corresponsabilidad: ya no eres cliente o consumidor de esa tecnología porqueque deja de ser un servicio para pasar a ser parte activa de su uso y también de su desarrollo.

¿Cómo evitar la fagocitación por parte de los grandes conglomerados empresariales de esos comunes generados?

Desde hace unos años se confronta la realidad cívica con la realidad pública de la administración o privada, y cada vez vemos que el escenario es una mezcla de esos tres actores (lo privado, lo público, la ciudadanía) funcionando juntos y gestionando de manera común la tecnología cívica. Pongamos el ejemplo de Wikipedia: la contribución en contenido proviene de una comunidad enorme. La económica, en cambio, viene el 80% de empresas privadas. Esta tríada es la forma más eficiente de evitar esa fagocitación. También hay unos mecanismos legales que se llevan desarrollando desde hace 30 años, como son las licencias libres. Desde los años 80 permiten liberar tecnología, contenido o código bajo una serie de condiciones que no posibilitan la apropiación de estos productos.

“Ninguna herramienta de las que usamos es neutral”, recordaba Pascual en el taller. ¿Somos conscientes de ello?

La obsolescencia programada es otro buen ejemplo de ello. La manera en la que se diseñan y construyen los objetos, los materiales que se usan y demás decisiones nunca son neutrales. No es lo mismo pensar y crear objetos que van a durar 50 años u otros que van a durar solo dos. Esas decisiones son políticas y van a tener consecuencias sociales y económicas. Facebook, por ejemplo, tiene sus mecanismos para guiarnos dentro de su interfaz. Es gratuito porque no cuesta dinero aunque lo pagamos con nuestros datos. Crea una relación de usuario-consumidor, no hay un proceso de corresponsabilidad con la tecnología ni de decisiones que se toman de forma colectiva entre los usuarios. Ni siquiera una reflexión sobre si solo estoy usando esta tecnología porque hay alguien que me la ofrece gratis. Es la tiranía de la herramienta, de la que hablábamos en el taller: cuando te ofrecen herramientas de esta forma, y las consumes (más que las usas) estamos generando relaciones de dependencia con esas herramientas. Otro caso son los ordenadores Mac: te aportan una herramienta de trabajo muy eficaz pero una vez que entras es muy complicado salir de ella, porque es cerrada. No puedes conectarte con otros sistemas o tecnologías porque Apple crea usuarios prisioneros.

Fotografía: CivicWise

La sesión del taller la empezaron con el relato de diez historias sobre el software libre:

1. Richard Stallman, cuando era trabajador del MIT quiso modificar ciertas partes del código del sistema operativo con el que trabaja. Lo pidió y se lo negaron; entonces decidió reprogramar todo desde cero y así nació GNU. Es un ejemplo de que cuando no tenemos el código estamos sujetos a la tiranía de la herramienta.

2. El sistema de bicis de Berlín. La capital alemana marca un modelo distinto al de París o Madrid, donde que hay que buscar una base y seguir un protocolo para coger la bici. En cambio, en Berlín las puedes encontrar en cualquier lugar de la ciudad. El mapa de dónde se encuentra cada bici se compone en función de dónde las van dejando los ciudadanos. Esto cambia la forma de vivir la ciudad. Se ahorran problemas que tienen los sistemas centralizados porque aquí cada bici es una base. Mandas un SMS al teléfono que pone y puedes desbloquearla. Si una se estropea, el resto del sistema sigue funcionando. Es un sistema distribuido, como Internet. Cualquier nodo de esa red es prescindible: podemos quitarlo y la red seguirá funcionando.

3. Energía nuclear sí, por supuesto. La energía solar puede ser descentralizado y distribuida. Nadie podría tener una base de energía nuclear en su casa. Aquí lo curioso es que se elimina el debate, porque permite un solo modelo de gestión. La tecnología y la herramienta no es neutra: lleva asociado un modelo de gestión y unas posibilidades de uso. Se puede hablar de la energía nuclear desde una perspectiva ecología, o bien desde la perspectiva del poder: centralizado, como en el caso de las nucleares, o distribuido, en cada casa que tiene su propia placa solar. La tecnología nuclear tiene asociados también una serie de mecanismos de control que son innecesarios en el caso de la solar, por lo que la organización social que se genera alrededor de una y otra es completamente distinta.

4. Buy Twitter. Una iniciativa ciudadana: Twitter es una idea genial, si lo que no nos gusta es el propietario, ¿por qué no lo cambiamos? Es cuestión de decirle a los accionistas de Twitter que los usuarios queremos comprarla para decidir cómo se usan nuestros datos, cuál es el modelo de negocio, etc. Es un ejemplo de cómo se puede aplicar los modelos open source a la gestión.

5. Robert Moses, la tiranía de la herramienta y la tecnología como poder. Lo contaba Langdon Winner en su libro La ballena y el reactor. Los puentes sobre las avenidas de Long Island, en Nueva York, tienen un techo lo suficientemente bajo como para que no pudieran entrar los autobuses, gracias a los diseños del arquitecto Robert Moses para que solo pudieran acceder a los parques y playas los propietarios de coches, normalmente gente blanca y de clase media. Así se limitaba el acceso a las minorías raciales y a los grupos sociales desfavorecidos.

6. “Una mujer de EEUU pierde su casa por un error de Google Maps”. Google Maps también falla. ¿Cómo una cartografía, que es una representación de la realidad, se convierte en real? ¿Por qué es subjetiva y monopolizada por nadie? Google Maps tiene sin duda el monopolio de la representación de la realidad. Si algo está cambiado en Google Maps, este cambio modifica la realidad. En los 2000 Google Maps no daba información sobre Argentina porque hasta 2007 no llegaron a un acuerdo con el gobierno. En el polo opuesto se sitúa Open street maps, donde son los ciudadanos los que suben y modifican esos los datos.

7. Efecto AirBnB. El colectivo Montera34 analiza el efecto AirBnB en las ciudades. Los ayuntamientos ya tienen estudios sobre cómo afecta la turistificación a la ciudades; la diferencia es que las empresas a las que se los encargaron solo les dan las conclusiones y no los datos; no les abre la fuente para que ellos saquen sus propias conclusiones, o bien para que ellos mismos puedan continuar la investigación a partir de esos datos. O incluso, para que sean los ciudadanos los que saquen esas conclusiones. Montera34, en cambio, libera esos datos. “Nuestra representación de la realidad puede ser interesante, pero solo es una; lo interesante es que existan varias representaciones para entender esas complejidades”, apunta Alfonso.

8. Consul: coaprendizaje, mutualización, compartir. Consul -el software libre de participación ciudadana que creó el ayuntamiento de Madrid y que ya replican unas 60 instituciones de todo el mundo- es un ejemplo de la fuerza que tiene liberar una herramienta. “Si fuera una empresa privada dependeríamos de acuerdos”, sostiene Pascual, de que algunos ayuntamientos pudieran acceder o no ( es decir, conllevaría condicionantes de tipo económico o político). Es una herramienta de profundización democrática en todos los sentidos. Otros usuarios pueden complementar y mejorar  su código y no depende de ese alguien que manda sobre la herramienta.

9. Humanitarian Open Street Map Team. Es la red ciudadana más grande del mundo. Primero lo usaron en Haití. A la empresa privada no le interesa hacer nada de lo que no pueda sacar rédito económico. La única que puede dar respuesta a tiempo real en ciertas situaciones de crisis humanitaria como pasó en Haití es la sociedad civil. Allí llegaron 100 voluntarios con dispositivos GPS y en 4 días cartografiaron la zona después del terremoto para subirlo al Open Street Map. “Es un ejemplo de lo que la sociedad civil organizada puede hacer”, sostiene Alfonso. De hecho, en ese momento empresas como Yahoo liberaron datos sobre el país para facilitar el trabajo de los voluntarios, algo que no hubiera ocurrido si al frente del proceso hubiera estado otra empresa privada.

10. Fablabs: territorio global, globalizar el diseño, localizar la producción.De normal se hace al revés: diseñas aquí y produces en China o Bangladesh. Pascual propone ejemplos sobre cómo centralizar la producción en nuestros territorios y que, en cambio, las tareas de diseño se puedan hacer de forma global: algo diseñado en Madrid puede ser impreso en París gracias a estos espacios de fabricación ciudadana que son los Fablabs.

Fotografía: Uve Navarro | Web | Instagram